Hace bastantes años nuestro cantón era visitado a menudo por conjuntos artísticos: guitarristas famosos, magos, circos, etc. Entre ellos recuerdo a un señor que tocaba un serrucho, al cual arrancaba raros sonidos. También a un señor que se consideraba como el guitarrista más afamado de México.
En cierta ocasión hizo su debut un mago; ¡fue algo maravilloso! Hizo galletas de repollo, azúcar de aserrín y no sé cuantas cosas más. Le pidió un sombrero a un señor y de él sacó un vestido de novia, una calavera y muchas cosas más; aquel sombrero no dejaba de echar cosas raras.
Mi papá era una de esas personas amantes del arte y nunca se perdía de estas presentaciones. Mi mamá hacía otro tanto y debido a ello, nosotros los hijos mayores teníamos qeu quedarnos cuidando a los más chiquillos.
Para mí esto era lo peor que podía sucederme, pues me encantaba siempre andar de rabo adonde quiera que ellos iban.
En cierta ocasión llegó un circo muy famoso. Traían payasos, trapecistas, cantantes, animales y un sin número de atracciones.
Mis papás no se perdían ninguna de sus funciones. Una noche nos dejaron solos como de costumbre. Mi hermana se puso a aplanchar un poco de ropa y yo le servía de compañía, en una que volvió la espalda me escapé y en un abrir y cerrar de ojos estaba en San Ignacio.
El problema era para entrar a la función, pues no me acompañaba ni una peseta.
En el interior donde debutaban los artistas podían escucharse las exclamaciones de entusiasmo del público motivadas por las magníficas demostraciones de habilidad de los trapecistas y las monadas de los payasos.
No pudiendo contener los deseos de presenciar aquellas maravillas, fui levantando poquito a poco uno de los manteados que cerraban la entrada y me colé.
En aquel mismo instante mis papás me vieron y por sus gestos me pude dar cuenta de lo que me esperaba.
Tal era el susto que tenía qeu no pude disfrutar de la función. Pasada esta salí disparado y cuando mis papás llegaron ya yo me encontraba en la casa haciéndome el valiente como quien no teme la cosa. Pero mi papá era de armas tomar, y sin muchas vueltas cogió un mecate, lo hizo en varios dobleces y con él me arrió sin misericordia.
Para poder que me dejara tuve que hacerme el desmayado, pues de lo contrario todavía me estaría dando. Además ya esta táctica la había puesto en práctica con buenos resultados, pues mi mamá cuando me veía desplomarme haciéndome el muerto intervenía para que no me pegaran más.
La primera vez que ensayé esta hábil estratagema fue para una Semana Santa. Tenía mi mamá un tarrito de leche condensada para el arroz de leche y en puros traquitos lo dejé vacío.
Esto era algo imperdonable, no comer arroz con leche para los Dias Grandes. Este día si fue verdad que vi al diablo por un hueco; jamás me había llevado una sollina igual.
Ese día me dieron con un cabo de barsón de cuero sin curtir. Casi me dejan difunto. ¡Cómo pegaba de duro mi papá! Dios lo tenga en la gloria y mis palabras no le hagan ruido.
miércoles, 30 de mayo de 2007
Emilia loca
Esta simpática viejecita, al igual que todos los mendigos, se pasa la vida pidiendo dieces a todas las personas que se encuentra en su camino.
No tiene residencia fija. Vive en cualquier parte, donde le coge la noche, como dicen las buenas gentes.
Es algo difícil ver su humanidad, debido al montón de chuicas que lleva encima. En su cabeza luce un trapo viejo, que parece una almohada, tal es la cantidad de objetos qeu trae: cabos de candela, cajas de fósforos, pedazos de jabón, etc. pero lo que guarda con sumo cuidado, en su abultado buche, es su pesada mochila, que consiste en un pañuelo sucio, donde bien anudados, duermen los dieces que le regalan.
-¡Deme un diez!
Esas son las primeras frases, que nos dirige, cuando la encontramos por el camino. Luego nos pregunta por nuestra salud y por todos los de la familia.
Al preguntarle por la suya, contesta siempre, que está bien y mal, de todo un poco, agrega. Luego prosigue su camino conversando sola. De ahí que la gente haya dado en llamarla, Emilia loca.
No se recuerda que haya estado alguna vez recluida. Su locura no ha pasado de conversar sola.
A pesar de no haber sido una persona normal, no por eso ha dejado de ser visitada por la diosa del amor. Un Juan Tenorio la cortejó allá en sus años mozos.
Como fruto de ese amor, que ella niega, vio la luz una guapa chiquilla, que ahora, ya una mujer, le ayuda un poco a vivir.
No es de bromas. Se pone hecha una furia, cuando los chiquillos le dicen que se bañe, o cuando algún muchacho insolente, (de esos que tanto abundan) le recuerda aquellos deslices de su juventud.
Así transcurre la vida de esta buena mujer, ni envidiosa, ni envidiada, llevando siempre sus enfermas extremidades y su montón de chuicas. Saludando a diestra y siniestra a todos cuantos se encuentra, y repitiendo su consabido estribillo:
-¡Déme un diez!
No tiene residencia fija. Vive en cualquier parte, donde le coge la noche, como dicen las buenas gentes.
Es algo difícil ver su humanidad, debido al montón de chuicas que lleva encima. En su cabeza luce un trapo viejo, que parece una almohada, tal es la cantidad de objetos qeu trae: cabos de candela, cajas de fósforos, pedazos de jabón, etc. pero lo que guarda con sumo cuidado, en su abultado buche, es su pesada mochila, que consiste en un pañuelo sucio, donde bien anudados, duermen los dieces que le regalan.
-¡Deme un diez!
Esas son las primeras frases, que nos dirige, cuando la encontramos por el camino. Luego nos pregunta por nuestra salud y por todos los de la familia.
Al preguntarle por la suya, contesta siempre, que está bien y mal, de todo un poco, agrega. Luego prosigue su camino conversando sola. De ahí que la gente haya dado en llamarla, Emilia loca.
No se recuerda que haya estado alguna vez recluida. Su locura no ha pasado de conversar sola.
A pesar de no haber sido una persona normal, no por eso ha dejado de ser visitada por la diosa del amor. Un Juan Tenorio la cortejó allá en sus años mozos.
Como fruto de ese amor, que ella niega, vio la luz una guapa chiquilla, que ahora, ya una mujer, le ayuda un poco a vivir.
No es de bromas. Se pone hecha una furia, cuando los chiquillos le dicen que se bañe, o cuando algún muchacho insolente, (de esos que tanto abundan) le recuerda aquellos deslices de su juventud.
Así transcurre la vida de esta buena mujer, ni envidiosa, ni envidiada, llevando siempre sus enfermas extremidades y su montón de chuicas. Saludando a diestra y siniestra a todos cuantos se encuentra, y repitiendo su consabido estribillo:
-¡Déme un diez!
Cosas de Antaño
Con frecuencia escuchamos a muchas personas añorar los tiempos idos, aquellos tiempos, que según ellos, sí se vivía.
Lamentamos no estar de acuerdo con los que así piensan. Recordemos tan sólo algunas cosas que nos darán la razón.
Hace apenas escasas décadas, las habitaciones campesinas eran toscos ranchos con piso de tierra y techo pajizo. Para esto último se usaban hojas secas de caña de azúcar y hojas de palma. Su armazón era amarrada con bejucos y las paredes se componían de palos redondos puestos en forma vertical o de astillas de burío o de guarumo amarrados en igual forma.
En aquellos tiempos el zinc, los clavos y la madera eran un baratura, pero era tal la pobreza, que aún así no se podían adquirir. A esto había que sumarle el conformismo que reinaba en esa época, cuando la gente se contentaba con vivir de cualquier manera.
Fuera del rancho todo era suciedad. Los cerdos abundaban, pues era una platita que tarde o temprano llegaba. Ese dinero siempre se empleaba en la compra de ropa para todo el año y para comprar algún par de zapatos para el ama de casa, que era la única que los usaba.
Estos animalitos con sus continuos gritos no dejaban dormir, y lo que es peor, todo lo tenían infestado de niguas, aquellas de que nos habla don José Figueres.
Estos bichos, al parecer tan insignificantes e inofensivos, dejaron sin uñas en los pies a más de un prójimo, amén de las ciudadelas que se formaban en los talones. Esto se debía en gran parte, a que nadie usaba zapatos, con trabajos unos caites amarrados con sendas coyundas de cueros sin curtir. Pues en ese tiempo los zapatos eran priviliegio inclusive de las personas más adineradas.
En esta época a que nos referimos, las familias eran muy numerosas, ya que no existían ni los radios, debido a lo cual la gente se acostaba muy temprano.
La planificación familiar no se conocía, pues nadie la había inventado, por lo cual en cada hogar, la prole era de ocho, hasta catorce chiquillos panzones de lombrices. Las pobres mamás se llevaban todo el día sacando niguas y piojos, pues una vez que se comenzaba era difícil terminar.
Las casas, como ya dijimos, eran de piso de tierra, húmedas y con poca ventilación. Los niños dormían casi siempre en cuartuchos oscuros, sobre toscas esteras construidas con venas secas de guineo amarradas con tiras de cabuya.
Otras veces el lecho de los pobres campesinos lo constituían unas tablas desnudas.
En cada cama dormían tres o cuatro chiquillos ensartados hasta las orejas en viejos sacos de gangoche, o con un cobijón del mismo material.
Había que ver los pleitos que se formaban peleando el bendito cobijón. Casi siempre el padre de familia tenía que poner orden dándoles de fajazos para que se durmieran.
La mortalidad infantil era pavorosa. De una familia de donde nacían doce hijos, escasamente quedaba la mitad. De diez niños que morían, un alto porcentaje era ocasionado por los parásitos intestinales, los cuales hacían de las suyas a diestra y siniestra. No habían centros de salud y las personas morían sin que se les pudiera brindar atención médica.
Lo único a que se echaba mano era a medicamentos caseros, que más de una vez lo que conseguían era apresurar la muerte del enfermo.
Gran parte de las defunciones se debían a mordeduras de serpientes, que hacían su agosto aprovechándose de los campesinos qeu trabajaban con los pies desnudos.
Los caminos eran punto menos que intransitables y la distancia que les separaba de las ciudades hacía imposible el traslado de los enfermos a los centros hospitalarios.
Eran incontables las personas que fallecían por el camino, en hombros de sus vecinos, en una pobre hamaca. A otros ni siquiera se intentaba movilizarlos.
El comercio era escaso, por no decir raquítico, la mercadería había que traerla de San José en carretas tiradas por robustos bueyes que más de una vez destimonaban las carretas debido a que éstas se atascaban en los barrizales.
Los boyeros se ponían de acuerdo, para viajar acompañados en grupos de cuatro o seis, para cuartearse en caso necesario.
Cuando éstos llegaban a Aserrí les parecía que habían llegado a la Gloria.
En la carreta, guiando de los parales llevaban las alforjas de cabuya con almuerzos candelas y una botellita de guarito, para contrarrestar el frío al pasar por Tarbaca.
Lo cierto era que más de uno se tomaba en guaro el importe del viaje.
Por todo lo anterior seguimos pensando, que el tiempo presente supera en mucho la época de antaño, ya que ahora disfrutamos de tantas comodidades como los son las vías de comunicación, el transporte motorizado, los artefactos eléctricos y tantas otras comodidades de las que gozamos en la época contemporánea en que vivimos.
Lamentamos no estar de acuerdo con los que así piensan. Recordemos tan sólo algunas cosas que nos darán la razón.
Hace apenas escasas décadas, las habitaciones campesinas eran toscos ranchos con piso de tierra y techo pajizo. Para esto último se usaban hojas secas de caña de azúcar y hojas de palma. Su armazón era amarrada con bejucos y las paredes se componían de palos redondos puestos en forma vertical o de astillas de burío o de guarumo amarrados en igual forma.
En aquellos tiempos el zinc, los clavos y la madera eran un baratura, pero era tal la pobreza, que aún así no se podían adquirir. A esto había que sumarle el conformismo que reinaba en esa época, cuando la gente se contentaba con vivir de cualquier manera.
Fuera del rancho todo era suciedad. Los cerdos abundaban, pues era una platita que tarde o temprano llegaba. Ese dinero siempre se empleaba en la compra de ropa para todo el año y para comprar algún par de zapatos para el ama de casa, que era la única que los usaba.
Estos animalitos con sus continuos gritos no dejaban dormir, y lo que es peor, todo lo tenían infestado de niguas, aquellas de que nos habla don José Figueres.
Estos bichos, al parecer tan insignificantes e inofensivos, dejaron sin uñas en los pies a más de un prójimo, amén de las ciudadelas que se formaban en los talones. Esto se debía en gran parte, a que nadie usaba zapatos, con trabajos unos caites amarrados con sendas coyundas de cueros sin curtir. Pues en ese tiempo los zapatos eran priviliegio inclusive de las personas más adineradas.
En esta época a que nos referimos, las familias eran muy numerosas, ya que no existían ni los radios, debido a lo cual la gente se acostaba muy temprano.
La planificación familiar no se conocía, pues nadie la había inventado, por lo cual en cada hogar, la prole era de ocho, hasta catorce chiquillos panzones de lombrices. Las pobres mamás se llevaban todo el día sacando niguas y piojos, pues una vez que se comenzaba era difícil terminar.
Las casas, como ya dijimos, eran de piso de tierra, húmedas y con poca ventilación. Los niños dormían casi siempre en cuartuchos oscuros, sobre toscas esteras construidas con venas secas de guineo amarradas con tiras de cabuya.
Otras veces el lecho de los pobres campesinos lo constituían unas tablas desnudas.
En cada cama dormían tres o cuatro chiquillos ensartados hasta las orejas en viejos sacos de gangoche, o con un cobijón del mismo material.
Había que ver los pleitos que se formaban peleando el bendito cobijón. Casi siempre el padre de familia tenía que poner orden dándoles de fajazos para que se durmieran.
La mortalidad infantil era pavorosa. De una familia de donde nacían doce hijos, escasamente quedaba la mitad. De diez niños que morían, un alto porcentaje era ocasionado por los parásitos intestinales, los cuales hacían de las suyas a diestra y siniestra. No habían centros de salud y las personas morían sin que se les pudiera brindar atención médica.
Lo único a que se echaba mano era a medicamentos caseros, que más de una vez lo que conseguían era apresurar la muerte del enfermo.
Gran parte de las defunciones se debían a mordeduras de serpientes, que hacían su agosto aprovechándose de los campesinos qeu trabajaban con los pies desnudos.
Los caminos eran punto menos que intransitables y la distancia que les separaba de las ciudades hacía imposible el traslado de los enfermos a los centros hospitalarios.
Eran incontables las personas que fallecían por el camino, en hombros de sus vecinos, en una pobre hamaca. A otros ni siquiera se intentaba movilizarlos.
El comercio era escaso, por no decir raquítico, la mercadería había que traerla de San José en carretas tiradas por robustos bueyes que más de una vez destimonaban las carretas debido a que éstas se atascaban en los barrizales.
Los boyeros se ponían de acuerdo, para viajar acompañados en grupos de cuatro o seis, para cuartearse en caso necesario.
Cuando éstos llegaban a Aserrí les parecía que habían llegado a la Gloria.
En la carreta, guiando de los parales llevaban las alforjas de cabuya con almuerzos candelas y una botellita de guarito, para contrarrestar el frío al pasar por Tarbaca.
Lo cierto era que más de uno se tomaba en guaro el importe del viaje.
Por todo lo anterior seguimos pensando, que el tiempo presente supera en mucho la época de antaño, ya que ahora disfrutamos de tantas comodidades como los son las vías de comunicación, el transporte motorizado, los artefactos eléctricos y tantas otras comodidades de las que gozamos en la época contemporánea en que vivimos.
jueves, 24 de mayo de 2007
La zorra hambrienta
Al amanecer una zorra observó su sombra, y dijo: ”Hoy necesito un camello para almorzar”.
Pasó toda la mañana buscando camellos. Al mediodía volvió a ver su sombra y dijo: “Bueno, con un ratón me conformaré…”
Pasó toda la mañana buscando camellos. Al mediodía volvió a ver su sombra y dijo: “Bueno, con un ratón me conformaré…”
Khalil Gibran
Amigo mío
Amigo mío, no soy lo que aparento. Mi apariencia no es más que mi traje, un traje cuidadosamente tejido que me protege a mí de tu curiosidad, y a ti de mi negligencia.
El YO que hay en mí, amigo mío, vive en la casa del silencio, y en ella vivirá para siempre, inadvertido, inaccesible.
No quisiera que creas en lo que digo ni que confiaras en lo que hago, porque mis palabras no son sino tus propios pensamientos transformados en sonido; y mis actos, tus propias esperanzas convertidas en acción.
Cuando tú dices: “El viento sopla hacia el Este”, yo digo: “Sí, sopla hacia el Este”, pues no quisiera hacerte saber que mi mente no medita sobre el viento, sino sobre el mar.
Tú no puedes entender mis pensamientos marinos, ni yo quisiera hacértelos entender. Preferiría estar a solas con el mar.
Amigo mío, cuando es de día para ti es de noche para mí; sin embargo, incluso así, hablo del mediodía que baila sobre las colinas y de la sombra púrpura que se abre paso silenciosamente por el valle; porque tú no puedes oír el canto de mi oscuridad ni ver mis alas golpear contra los astros. Yo no quisiera dejarte oír ni ver. Preferiría estar solo con la noche.
Cuando tú subes a tu Cielo, yo desciendo a mi Infierno. Incluso entonces llamas a través del infranqueable abismo: “Compañero, mi camarada”, y yo te respondo: “Camarada, mi compañero”, porque no quisiera que vieses mi Infierno. La llama quemaría tus ojos y el humo te ahogaría. Y amo demasiado mi Infierno para dejar que tú lo visites. Preferiría estar solo en el Infierno.
Tú amas la Verdad, la Belleza y la Justicia; y yo, por darte gusto, digo que está bien amar esas cosas, aunque en mi corazón me río de tu amor. Pero no me gustaría que vieras mi risa. Preferiría reírme solo.
Amigo mío, tú eres bueno, cauto y prudente; más todavía, eres perfecto, y yo también hablo contigo sabia y cautelosamente. Y, sin embargo, estoy loco. Pero cubro mi locura. Prefiero ser loco solo.
Amigo mío, tú no eres mi amigo, pero ¿cómo hacer que lo comprendas? Mi camino no es tu camino; sin embargo, caminamos juntos, tomados de las manos.
El YO que hay en mí, amigo mío, vive en la casa del silencio, y en ella vivirá para siempre, inadvertido, inaccesible.
No quisiera que creas en lo que digo ni que confiaras en lo que hago, porque mis palabras no son sino tus propios pensamientos transformados en sonido; y mis actos, tus propias esperanzas convertidas en acción.
Cuando tú dices: “El viento sopla hacia el Este”, yo digo: “Sí, sopla hacia el Este”, pues no quisiera hacerte saber que mi mente no medita sobre el viento, sino sobre el mar.
Tú no puedes entender mis pensamientos marinos, ni yo quisiera hacértelos entender. Preferiría estar a solas con el mar.
Amigo mío, cuando es de día para ti es de noche para mí; sin embargo, incluso así, hablo del mediodía que baila sobre las colinas y de la sombra púrpura que se abre paso silenciosamente por el valle; porque tú no puedes oír el canto de mi oscuridad ni ver mis alas golpear contra los astros. Yo no quisiera dejarte oír ni ver. Preferiría estar solo con la noche.
Cuando tú subes a tu Cielo, yo desciendo a mi Infierno. Incluso entonces llamas a través del infranqueable abismo: “Compañero, mi camarada”, y yo te respondo: “Camarada, mi compañero”, porque no quisiera que vieses mi Infierno. La llama quemaría tus ojos y el humo te ahogaría. Y amo demasiado mi Infierno para dejar que tú lo visites. Preferiría estar solo en el Infierno.
Tú amas la Verdad, la Belleza y la Justicia; y yo, por darte gusto, digo que está bien amar esas cosas, aunque en mi corazón me río de tu amor. Pero no me gustaría que vieras mi risa. Preferiría reírme solo.
Amigo mío, tú eres bueno, cauto y prudente; más todavía, eres perfecto, y yo también hablo contigo sabia y cautelosamente. Y, sin embargo, estoy loco. Pero cubro mi locura. Prefiero ser loco solo.
Amigo mío, tú no eres mi amigo, pero ¿cómo hacer que lo comprendas? Mi camino no es tu camino; sin embargo, caminamos juntos, tomados de las manos.
Khalil Gibran
domingo, 20 de mayo de 2007
Ænima
Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; más la tierra siempre permanece. Sale el sol, se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de dodne los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí que esto es nuevo? Ya fue en los siglos que han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén. Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio dios a los hombres, para que se ocuparan de él. Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo esllo es vanidad y aflicción de espíritu. Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse.
Hablé yo en mi corazón, diciendo: He quí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia. Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aún esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.
Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí estos también era vanidad. A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto? ... No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho. Y he visto que la sabiduría sobrepasa la necedad, como la luz a las tinieblas. El sabio tiene sus ojos en su cabeza, más el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro. Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio me sucederá también a mi, ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad. Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
Aborrecí por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí que esto es nuevo? Ya fue en los siglos que han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén. Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio dios a los hombres, para que se ocuparan de él. Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo esllo es vanidad y aflicción de espíritu. Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse.
Hablé yo en mi corazón, diciendo: He quí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia. Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aún esto era aflicción de espíritu. Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.
Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí estos también era vanidad. A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto? ... No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho. Y he visto que la sabiduría sobrepasa la necedad, como la luz a las tinieblas. El sabio tiene sus ojos en su cabeza, más el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro. Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio me sucederá también a mi, ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad. Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
Aborrecí por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
Sube el sol
¿Quién puede abatir la altivez de las montañas o detener la marcha de las estrellas? Dejar que las cosas sean; he ahí la fuente de la paz. Respetar las cosas pequeñas. Las grandes se hacen respetar por sí mismas.
Le nació -yo no sabría cómo decir- algo así como ternura o piedad para con todo lo que fuera insignificante o pequeñito. No mató ni una mosca, ni apagó una vela, ni pisó una piedra, ni enjauló un pájaro...
Le nació -yo no sabría cómo decir- algo así como ternura o piedad para con todo lo que fuera insignificante o pequeñito. No mató ni una mosca, ni apagó una vela, ni pisó una piedra, ni enjauló un pájaro...
sábado, 19 de mayo de 2007
Los miserables
Andad, filósofos, enseñad, ilustrad, iluminad, pensad alto, hablad alto, corred alegres hacia el vivo sol, fraternizad con las plazas públicas, anunciad las buenas nuevas, prodigad los alfabetos, proclamad los derechos, cantad las Marsellesas, sembrad el entusiasmo, arrancad verdes ramas de la encina, haced de la idea un torbellino. La multitud puede llegar a ser sublime, sepamos utilizar esa vasta hoguera de principios y de virtudes que chisporrotea, estalla y se conmueve a ciertas horas. Esos pies descalzos, esos brazos desnudos, esos harapos, esa ignorancia, esa abyección, esas tinieblas, pueden emplearse en conquistar lo ideal, mirad a través del pueblo y descubriréis la verdad. Esa vil arena que oprimís bajo los pies, echadla en el horno, se fundirá, cocerá, se hará brillante cristal; y gracias a él, Galileo y Newton descubrirán las estrellas.
Victor Hugo
miércoles, 16 de mayo de 2007
Éste soy yo
Éste soy yo: carne, hueso agua, uñas, excremento, sueños realizados, y otros que nunca cuajaron; miles de noches cálidas y alegres, montones oscuras y al garete.
Este soy yo, bola de años, arrugas,
manchas y canas, pelos en donde antes sólo había piel;
desengaño en donde otrora sólo había esperanza...
éste soy yo: un hombre lejos de la patria, adentro y a
gusto en el ocaso de su vida,
que cuando pensó que ya todo se acababa
ha empezado a vivir de nuevo,
con nuevos bríos, sueños y esperanzas;
con un corazón que late más fuerte que nunca
y una imaginación más al rojo vivo que cuando tenía veinte años.
Hecho de arroz y frijoles, barro, olla de carne,
besos de mujeres tímidas y mojigatas, otras feroces;
hecho de tragos,
de noches enteras en vela,
otras casi inconsciente;
de la música del trópico, la mazamorra que vendían en mi pueblo;
fortalecido de tamales, arroz con leche
y los queques en los que se gastaba mi madre largas horas elaborando.
Una canción de cuna que nunca fue,
una caricia de niño que olvidé o que no tuve,
un beso cuya fragancia olvidé,
una abuela que se fue cuando más la necesitaba,
una hermana que jamás tuve,
una, la primera noche de estrellas en que vi una fugaz
desprenderse del cielo com una luciérnaga gigante;
los gritos de mi madre en celo,
el silencio de toda la vidad de mi padre,
novias de un día,
amantes de una noche,
compañeras de años,
trabajos de todas clases y una pobreza que me dejó
marcado para siempre...
Mal de patria: ese soy yo,
loco: ¿por qué no?
Amante siempre, apasionado toda la vida, ahora más que nunca,
padre bueno y malo,
hijo desagradecido,
mentiroso,
ladrón.
Yo soy todo lo bueno y todo lo malo de que es capaz un hombre
pero sobre todo soy mis memorias, mis palabras, mis
padres, mi tierra...
Soy música,
soy una mujer con pinga,
soy esto, todo y nada,
soy "de paso" como todos,
voy hacia abajo como todos,
sueño y amo con todas mis fuerzas para evitar
lo que no tiene remedio: la caída en el abismo de la nada.
Soy tierno,
bondadoso,
optimista,
grosero, egoísta y pesimista: esto, todo y nada.
Nunca soy más real que cuando sueño.
Soy de aquí y de allá, pero sobre todo soy del campo de mi tierra,
soy de Desampa, de los Moro, semilla de chiverre negra,
para servir
a usted y a toda su estimable familia.
Todavía me queda un poco de pendejo y tímido.
Soy una amalgama de todo lo que tiene y no tiene sentido, de todos los opuestos.
Soy de carne, hueso, pelos, uñas y excremento,
ciento cincuenta libras cinceladas a machete, pintadas y
despintadas,
llenas de defectos; ciento cincuenta libras
envueltas en un pellejo que ha empezado a quedarme
grande y a percudirse.
Soy estos ojos que creían que lo habían visto todo
y este par de orejas que pensé que lo habían escuchado
todo,
diez dedos que creía expertos en el tacto
un cerebro que estaba ya casi dormido...
Hasta que llegaste tú, Polita.
Este soy yo, bola de años, arrugas,
manchas y canas, pelos en donde antes sólo había piel;
desengaño en donde otrora sólo había esperanza...
éste soy yo: un hombre lejos de la patria, adentro y a
gusto en el ocaso de su vida,
que cuando pensó que ya todo se acababa
ha empezado a vivir de nuevo,
con nuevos bríos, sueños y esperanzas;
con un corazón que late más fuerte que nunca
y una imaginación más al rojo vivo que cuando tenía veinte años.
Hecho de arroz y frijoles, barro, olla de carne,
besos de mujeres tímidas y mojigatas, otras feroces;
hecho de tragos,
de noches enteras en vela,
otras casi inconsciente;
de la música del trópico, la mazamorra que vendían en mi pueblo;
fortalecido de tamales, arroz con leche
y los queques en los que se gastaba mi madre largas horas elaborando.
Una canción de cuna que nunca fue,
una caricia de niño que olvidé o que no tuve,
un beso cuya fragancia olvidé,
una abuela que se fue cuando más la necesitaba,
una hermana que jamás tuve,
una, la primera noche de estrellas en que vi una fugaz
desprenderse del cielo com una luciérnaga gigante;
los gritos de mi madre en celo,
el silencio de toda la vidad de mi padre,
novias de un día,
amantes de una noche,
compañeras de años,
trabajos de todas clases y una pobreza que me dejó
marcado para siempre...
Mal de patria: ese soy yo,
loco: ¿por qué no?
Amante siempre, apasionado toda la vida, ahora más que nunca,
padre bueno y malo,
hijo desagradecido,
mentiroso,
ladrón.
Yo soy todo lo bueno y todo lo malo de que es capaz un hombre
pero sobre todo soy mis memorias, mis palabras, mis
padres, mi tierra...
Soy música,
soy una mujer con pinga,
soy esto, todo y nada,
soy "de paso" como todos,
voy hacia abajo como todos,
sueño y amo con todas mis fuerzas para evitar
lo que no tiene remedio: la caída en el abismo de la nada.
Soy tierno,
bondadoso,
optimista,
grosero, egoísta y pesimista: esto, todo y nada.
Nunca soy más real que cuando sueño.
Soy de aquí y de allá, pero sobre todo soy del campo de mi tierra,
soy de Desampa, de los Moro, semilla de chiverre negra,
para servir
a usted y a toda su estimable familia.
Todavía me queda un poco de pendejo y tímido.
Soy una amalgama de todo lo que tiene y no tiene sentido, de todos los opuestos.
Soy de carne, hueso, pelos, uñas y excremento,
ciento cincuenta libras cinceladas a machete, pintadas y
despintadas,
llenas de defectos; ciento cincuenta libras
envueltas en un pellejo que ha empezado a quedarme
grande y a percudirse.
Soy estos ojos que creían que lo habían visto todo
y este par de orejas que pensé que lo habían escuchado
todo,
diez dedos que creía expertos en el tacto
un cerebro que estaba ya casi dormido...
Hasta que llegaste tú, Polita.
Polo Moro
Primera dama
Muchas gracias, excelentísimo señor presidente. ¿Cómo, dónde, en qué circunstancias conoció usted a la que es desde ya primera dama de la República?
Permítanme: vuelvo la mirada atrás y la veo, la Echandi, Amalia, rolliza, fuerte, hirsuta en el labio superior, activa, con un verbo genial y una chispa del demonio, qué mujer, qué bigote más lineal, me mira, la miro, nos miramos al unísono, le hago la seña universal, el índice girando al compás de lo que era un bolerazo cachondísimo de un compositor nacional de moda, nos hacen rueda, la tomo por su talla veinte, me avecino lo más que puedo a las dos circunferencias cuarenta y ocho, una delantera y una retaguardia del carajo, baila divino, entrepiernada, precioso, una Terpsícore, me encanta su aroma a Echandi en celo, sus ojos -un poquitín estrábico el izquierdo- lo que le da un aspecto de misterio a su faz indescriptible, cómo describir esa cara, la otra cara de la tristeza, de la distancia, el envés de la nostalgia... Indescriptible, señores. Traté por años de hacerle un soneto y nunca pude, todo mi esfuerzo se atropellaba contra sus quintales de belleza y su bigote como línea de hormigas para el que nunca pude encontrar un símil mejor, más elocuente. Mujer, mujer divina, tenía el embrujo que fascina y un conocimiento enciclopédico de vinos y de comidas raras, amaba locamente y a todas horas el salchichón, jamás se ponía ahíta de él, cuanto más le daba más lloraba para que le diera más, con ella aprendí que la semana tiene más de siete días, a comer lo melindroso, usar el tenedorcito para comer langosta, abrir pistachos sin quebrarme las uñas, beber rojo con pescado, blanco con todo, con ella empecé a tomar Camparis, margaritas y el mejor trago de todos, un Martini Stoli bien seco. Descanse en paz. Y para que no se repita la tragedia, bórrese del almanaque oficial la fecha 8 de mayo, de ahora en adelante, en esta tierra jocunda y amada que hoy recibe sus restos, mayo se parece a febrero y con esa frase dejé el cementerio, se había venido un cabrón aguacero con rayos y truenos como no veía ni sentía desde que dejé el pueblo...
Permítanme: vuelvo la mirada atrás y la veo, la Echandi, Amalia, rolliza, fuerte, hirsuta en el labio superior, activa, con un verbo genial y una chispa del demonio, qué mujer, qué bigote más lineal, me mira, la miro, nos miramos al unísono, le hago la seña universal, el índice girando al compás de lo que era un bolerazo cachondísimo de un compositor nacional de moda, nos hacen rueda, la tomo por su talla veinte, me avecino lo más que puedo a las dos circunferencias cuarenta y ocho, una delantera y una retaguardia del carajo, baila divino, entrepiernada, precioso, una Terpsícore, me encanta su aroma a Echandi en celo, sus ojos -un poquitín estrábico el izquierdo- lo que le da un aspecto de misterio a su faz indescriptible, cómo describir esa cara, la otra cara de la tristeza, de la distancia, el envés de la nostalgia... Indescriptible, señores. Traté por años de hacerle un soneto y nunca pude, todo mi esfuerzo se atropellaba contra sus quintales de belleza y su bigote como línea de hormigas para el que nunca pude encontrar un símil mejor, más elocuente. Mujer, mujer divina, tenía el embrujo que fascina y un conocimiento enciclopédico de vinos y de comidas raras, amaba locamente y a todas horas el salchichón, jamás se ponía ahíta de él, cuanto más le daba más lloraba para que le diera más, con ella aprendí que la semana tiene más de siete días, a comer lo melindroso, usar el tenedorcito para comer langosta, abrir pistachos sin quebrarme las uñas, beber rojo con pescado, blanco con todo, con ella empecé a tomar Camparis, margaritas y el mejor trago de todos, un Martini Stoli bien seco. Descanse en paz. Y para que no se repita la tragedia, bórrese del almanaque oficial la fecha 8 de mayo, de ahora en adelante, en esta tierra jocunda y amada que hoy recibe sus restos, mayo se parece a febrero y con esa frase dejé el cementerio, se había venido un cabrón aguacero con rayos y truenos como no veía ni sentía desde que dejé el pueblo...
martes, 15 de mayo de 2007
Ha de haber sido en la década de los...
El vacío de mi vida se ilumina a veces con luz propia cuando me imagino que mis padres sólo me hicieron bien y que mi vida fue una de provecho, de respeto al prójimo como a mí mismo. Después leo los periódicos que vienen a dar aquí no sé cómo ni cómo no y entonces se me ocurre que fui un criminal, un ladrón, que asesiné a alguien, o que fui presidente de la República, ¿por qué no?... A veces imagino que fui un profesional de fortuna que recorrió el mundo, que tuvo muchas mujeres y muchos hijos. ¿Dónde están mis hijos, mis mujeres, mi fortuna? Quizás fui muy famoso, respetado, poderoso y la vida y mis amigos y mis enemigos, llenos de envidia, terminaron traicionándome, pidiéndome que renunciara a la presidencia de la República, nada menos, nada más, yo que no había hecho nada menos ni nada más que repetir lo que habían hecho todos mis antecesores, robar, aprovechar mi posición, mi prestigio para hacerme de bienes materiales, conquistar mujeres, lo de siempre, lo de toda la vida, pero viene el envidioso del ministro de salud al que no le caigo bien desde ya no sé cuando y empieza a decirle a la gente de su ministerio que yo me estaba aprovechando de la silla presidencial para recuperar lo que había perdido en mis campañas presidenciales; tengo que reconocer, no lo niego, que mi camino, mi caminata hasta el puesto más elevado del país fue tortuosa, larga y dolorosa, pero eso son chispas del oficio, cualquiera que se meta en política sabe, a no ser que sea un tarado, que la senda hasta el máximo pináculo de la fama nacional es escabrosa, parada, que cuesta subir, que cuesta mucho dinero, muchos dolores, muchas desveladas y la enemistad de los que, queriendo aniquilarnos, nos acusan de usureros, comunistas, que además de comunista era fascista, que yo le limpiaba el culo a los gringos y a Fidel, a Fidel, así como lo oyen, estimados señores ciudadanos de la República libre e independiente, soberana, yo, que como ustedes saben siempre le he dado la espalda a todas las tiranías del continente, a Pinochet, Somoza, Amín, Ríos Montt, a todos los otros, yo que le prometí a mi difunta y santa madre jamás poner un pie en la isla del déspota porque, vuelvo a repetir, como ya lo he dicho en tantas otras ocasiones, jamás viajaré a La Habana mientras el tirano esté vivo. Gracias, gracias, la gente aplaude, empiezan a recuperar la fe perdida... corolario de la campaña de desprestigio montada por el ministro de salud y algunos de sus colegas, el ministro del exterior, un hombre que no sabe escribir, que escribe todavía con b larga aunque ya estoy cansado de corregirlo, cree que Israel está en Asia, Asia en la India, pero en dónde se ha visto, y así y todo se permite calumniarme, yo que le respeto a la mujer porque la verdad es que está muy gorda, Margarito, no es mi tipo, a mí, como bien sabes, me gustan las flacas y rubias tirando a pelirrojas, como la mujer del ministro de salud que yo jamás me cogí por respeto, Margarito; a la que sí me forniqué fue a su sobrina, una hembra que vino a verme casi para finalizar la campaña que me abrió las puertas de la casa presidencial, un viernes por la tarde, de moda, media borracha, los ojos rojos de la marihuana, cachonda, se le salía por los ojos, me dijo sin preámbulos que estoy a sus órdenes, cuando y como usted quiera, en la posición que usted elija, le dije, hija, de cuatro patas, en el suelo y me comí el mandado porque uno, Margarito, es de carne y hueso y lo que se han de comer los gusanos que se lo coman los humanos, no hay derecho que un culo limpio y hermoso de sobrina de ministro de salud se vaya al hueco sin darme gusto a mí que le he demostrado a todos ustedes, hermanos en nuestro Señor Jesucristo, que cuando se trata de la patria, no hay nada que me detenga en el cumplimiento del deber, ni el derrame de mi propia sangre, gracias, gracias por los aplausos pero permítanme continuar; de ahora en adelante, lo declaro desde esta tribuna a las tres de la tarde del día de hoy, prohibida la entrada en la casa presidencial, y en su ministerio, al ministro de la sobrina satisfecha y feliz con sus prebendas y al ministro del exterior, exterior es con x, cómo se le ocurre a usted hablarle al pueblo del esterior con s... Le prohíbo terminantemente que me hable. A los otros maricones que aspiran al poder, que quieren esta silla para metérsela en el fondillo o para alguien que les tolere su ineptitud, su falta de visión, conocimiento, déjenme que les diga que estoy listo a defender mi posición, esta butaca, con lo que sea... Fírmese y acátese. Acércame el papel Margarito, para ponerle mis huellas táctiles y mi chayotera... Gracias.
En la Casa de...
1.- Hueso de la buena suerte de pollo o de gallina, reseco, opaco, de color amarillo que en sus ramas parece hecho de madera, posiblemente remanente de los años durante los que la comida era mejor en este lugar y durante los que yo seguramente abrigaba la esperanza de que mi vida cambiaría, o de lo contrario me lo hubiese comido (me encantan los huesos). Por otro lado, podría ser de los años anteriores a mi persona. Este cuarto no olía al principio -¿el principio?- mal. Con el paso del tiempo empezó a contaminarse con los olores que despiden la degradación de las cosas, objetos, residuos que yo tiraba y todavía tiro debajo de la cama porque no tengo otro lugar para hacerlo y muy mal pulso cuando trato de hacerlo por la ventana -y al que hay que agregar el olor que despedimos todos los viejos, mezcla de secreciones anales, nasales, orina, flatos y en mi caso, el sudor frío y pegajoso que con frecuencia transpiro por las noches-... ¿Tuberculosis?...
La puerta. No. ¿Se cerró? Tampoco. El pequeño inventario de sorpresas es más interesante y apenas abre... Lo de siempre: se fue la luz otra vez, otro apagón, alguna nave espacial...
Estos apagones, Margarito, van a terminar con el país si siguen ocurriendo todas las noches y por tantas horas. Nos vamos a quedar sin suelo patrio, ya verás, una mañana te vas a levantar de la cama y cuando te pares, te vas a ir en un hueco sin fondo. Nos van a dejar sin nada. Se robaron todas las canoas de esta casa, los bombillos de afuera, el portón principal y la bola redonda y de piedra hecha en el Japón que habíamos puesto en la entrada. ¿No me crees? Asómate por la ventana... Tenemos que hacer algo, Margarito. Mira, llámame al Nacho inmediatamente. ¿Qué dices? ¡Nuestro jefe de policía tiene días de esperarme en la antesala! No te creo. Ya puso hasta una cama en ella para dormir por las noches, ¡qué hombre más leal!, pásalo ahora mismo... Nacho, ¿cómo has estado? Un momento: ¿que haces en camiseta y calzoncillos?
-Anoche, durante el apagón, se me ocurrió salir a comprar unos cigarros. Me lo robaron todo, hasta el uniforme y la pistola.
-Nacho, esto no puede seguir así, tenemos que hacerle frente a la crisis de frente e inmediatamente. Hazme un favor.
-Lo que usted diga, su excelencia.
-Llama al Chavo del trece y su Legión del Caribe.
-Ya mismo, jefe, pero primero dígale a su amanuense y secretario de prensa que me consiga ropa.
-¿De teniente o coronel?
-Ya que estamos aquí encarando otra emergencia, más seria que las otras, súbame el rango y se lo voy a agradecer muchísmo en nombre propio, de mi señora y mis hijos.
-Desde hoy en adelante eres general de división. Anota, Margarito, fírmese y acátese...
La puerta. No. ¿Se cerró? Tampoco. El pequeño inventario de sorpresas es más interesante y apenas abre... Lo de siempre: se fue la luz otra vez, otro apagón, alguna nave espacial...
Estos apagones, Margarito, van a terminar con el país si siguen ocurriendo todas las noches y por tantas horas. Nos vamos a quedar sin suelo patrio, ya verás, una mañana te vas a levantar de la cama y cuando te pares, te vas a ir en un hueco sin fondo. Nos van a dejar sin nada. Se robaron todas las canoas de esta casa, los bombillos de afuera, el portón principal y la bola redonda y de piedra hecha en el Japón que habíamos puesto en la entrada. ¿No me crees? Asómate por la ventana... Tenemos que hacer algo, Margarito. Mira, llámame al Nacho inmediatamente. ¿Qué dices? ¡Nuestro jefe de policía tiene días de esperarme en la antesala! No te creo. Ya puso hasta una cama en ella para dormir por las noches, ¡qué hombre más leal!, pásalo ahora mismo... Nacho, ¿cómo has estado? Un momento: ¿que haces en camiseta y calzoncillos?
-Anoche, durante el apagón, se me ocurrió salir a comprar unos cigarros. Me lo robaron todo, hasta el uniforme y la pistola.
-Nacho, esto no puede seguir así, tenemos que hacerle frente a la crisis de frente e inmediatamente. Hazme un favor.
-Lo que usted diga, su excelencia.
-Llama al Chavo del trece y su Legión del Caribe.
-Ya mismo, jefe, pero primero dígale a su amanuense y secretario de prensa que me consiga ropa.
-¿De teniente o coronel?
-Ya que estamos aquí encarando otra emergencia, más seria que las otras, súbame el rango y se lo voy a agradecer muchísmo en nombre propio, de mi señora y mis hijos.
-Desde hoy en adelante eres general de división. Anota, Margarito, fírmese y acátese...
domingo, 13 de mayo de 2007
Deliremos
No hay que luchar contra los poderes establecidos, no hay que luchar contra la fuerza, no hay que pretender salir de la propia condición, toda acción que no se inserta en una tradición es romanticismo, toda tentativa que no se apoya en una experiencia probada está condenada al fracaso; y la experiencia muestra que los hombres van siempre hacia lo bajo, que se necesitan cuerpos sólidos para mantenerlos: si no, tenemos la anarquía. Sin embargo, son las gentes que repiten estos tristes proverbios, las gentes que dicen: "que humano" cada vez que se les muestra un acto más o menos repugnante...
Obrar sin esperanza
A partir del momento en que las posibilidades que considero no están rigurosamente comprometidas por mi acción, debo desinteresarme, porque ningún dios, ningún designio puede adaptar el mundo y sus posibles a mi voluntad. En el fondo, cuando Decartes decía: "vencerse más bien a sí mismo que al mundo", quería decir la misma cosa: obrar sin esperanza.
jueves, 10 de mayo de 2007
Hablar o callar
Es imposible saber en toda circunstancia qué es lo justo que hay que hacer: si hablar o callar, si corregir o dejar pasar algo. He aquí entonces que se te da una regla que vale para todos los casos: «Ama y haz lo que quieras». Preocúpate de que en tu corazón haya amor; después, si hablas será por amor, si callas será por amor y todo estará bien porque del amor no viene más que el bien.
... nuestro silencio

...
I was happy in my harbour
When you cut me loose
Floating on an ocean
And confused
Winds are whipping waves up
Like sky scrapers
And the harder they hit me
The less I seem to bruise
...
miércoles, 2 de mayo de 2007
El auriga
“En la Edad Media –pensó-, solo te cortaban las orejas, te marcaban en la frente o te mandaban a la picota. No disponían de los recursos de la civilización.”
Mary Renault
Mary Renault
A S.C.
Capullo que se abre
Mariposa
No permitas que venga
A enjutar las lágrimas
Con el estomago vacío
No soy el triste somnífero
Que prometió ahorrarte
Las horas en desuso
Ni el papel pintado
Que no acaba de secarse
Las burbujas de jabón
No lleva nada
Y el perfume sin olor esta en baratija desde el sábado
Mientras dormías
Recogí todas las cuentas
Rellené los espacios en blanco
Enterré cada jirón de ayer
Y amanecimos tan temprano
Que morimos de placer con el recuerdo
Hoy, la solapa negra
Tendrá tatuado un “lárgate por fin
Mariposa
No permitas que venga
A enjutar las lágrimas
Con el estomago vacío
No soy el triste somnífero
Que prometió ahorrarte
Las horas en desuso
Ni el papel pintado
Que no acaba de secarse
Las burbujas de jabón
No lleva nada
Y el perfume sin olor esta en baratija desde el sábado
Mientras dormías
Recogí todas las cuentas
Rellené los espacios en blanco
Enterré cada jirón de ayer
Y amanecimos tan temprano
Que morimos de placer con el recuerdo
Hoy, la solapa negra
Tendrá tatuado un “lárgate por fin
Imantada
Imantada en la pared
Fluye,
Despacio por el suelo
Y a lo lejos,
Una delgadísima amapola
Se la bebe con pajilla.
En la acera de enfrente
Niñas pro-ana
Contemplan
Reloj-en-mano
El panteón de la ganas…
El bautismo de la indiferencia…
¡En silencio!
Todos lo saben
Pero nadie ve,
Y en aquella esquina
Pobre, De-Mente
Imantada (en la pared)
Tiene como pasatiempo
Esperar la muerte
La puerta cerrada,
Con agua, con dulces de menta
Apio y té
Y grita: “quiero ser aire”
Mientras le cantan al oído
RIC-RAC
RIC-RAC
RIC-RAC
Ratas…
Que le carcomen el cerebro.
Fluye,
Despacio por el suelo
Y a lo lejos,
Una delgadísima amapola
Se la bebe con pajilla.
En la acera de enfrente
Niñas pro-ana
Contemplan
Reloj-en-mano
El panteón de la ganas…
El bautismo de la indiferencia…
¡En silencio!
Todos lo saben
Pero nadie ve,
Y en aquella esquina
Pobre, De-Mente
Imantada (en la pared)
Tiene como pasatiempo
Esperar la muerte
La puerta cerrada,
Con agua, con dulces de menta
Apio y té
Y grita: “quiero ser aire”
Mientras le cantan al oído
RIC-RAC
RIC-RAC
RIC-RAC
Ratas…
Que le carcomen el cerebro.
Espiral en sendero: carga
Y fuego ardiente,
Atadas tus manos,
Las mías,
Solo quedan los labios...
...que escupen palabras soeces
La extensión de cada roce...
...al sueño
Los excesos...
...con gotero
Y no somos mas que sobras
Tomando en té las perversiones
Revolcándose
En el sopor
De no poder...
...tenerse siempre.
Y fuego ardiente,
Atadas tus manos,
Las mías,
Solo quedan los labios...
...que escupen palabras soeces
La extensión de cada roce...
...al sueño
Los excesos...
...con gotero
Y no somos mas que sobras
Tomando en té las perversiones
Revolcándose
En el sopor
De no poder...
...tenerse siempre.
martes, 1 de mayo de 2007
Cantón de Guerra Alemán
CUANDO LOS DE ARRIBA HABLAN DE PAZ,
el pueblo llano sabe que habrá guerra.
Cuando los de arriba maldicen la guerra,
ya están escritas las hojas de movilización.
LOS DE ARRIBA
se han reunido en una sala.
Hombre de la calle:
abandona toda esperanza.
LOS GOBIERNOS
firman pactos de no agresion.
Hombre pequeño escribe tu testamento.
EN EL MUO HABÍAN ESCRITO CON TIZA:
Quieren guerra,
quien los escribió ya ha caido.
LOS DE ARRIBA DICEN:
Este es el camino de la gloria.
Los de abjo dicen
este es el camino de la tumba
LA GUERRA QUE VENDRÁ
no es la primera.
Hubo otras guerras.
Al final de la última guerra
hubo vencedores y vencidos.
Entre los vencidos, el pueblo
llano pasaba hambre.
Entre los vencedores el pueblo
llano la pasaba también.
GENERAL, TU TANQUE ES MÁS FUERTE QUE UN COCHE
Arrasa un bosque y aplasta a cien hombres.
Pero tiene un defecto:
necesita un conductor.
General, tu bombardero es poderoso.
Vuela más rápido que la tormenta
y carga más que un elefante.
Pero tiene un defecto:
necesita piloto.
General el hombre es muy útil.
Puede volar y puede matar.
Pero tiene un defecto:
puede pensar.
Bertold Brecht
Los miserables
"...Nada oprime tanto el corazón como la simetría; y es que la simetría es el fastidio, y el fastidio es el fondo mismo del pesar; la desesperación bosteza. Se puede soñar una cosa aún más terrible que un infierno donde se padezca, y es un infierno donde el condenado se aburra…"
Victor Hugo
La ciudad de la alegría
"...Unas semanas después de esta catástrofe, una mañana, la Ciudad de la Alegría y todos los barrios de Calcuta conocieron una efervescencia poco frecuente. Max Loeb se despertó con sobresalto entre explosiones de petardos y gritos, y salió precipitadamente de su cuarto. Vio que todos sus vecinos cantaban, se felicitaban, bailaban dando palmadas. Los niños se perseguían profiriendo jubilosos aullidos. Exultante de felicidad, la gente se ofrecía golosinas y vasos de té. Unos jóvenes lanzaban fuegos de Bengala. No había ninguna fiesta prevista para aquel día, y el norteamericano se preguntó la razón de aquel súbito desbordamiento de regocijo matinal. Entonces vio legar corriendo a Bandona, con una guirnalda de flores en las manos. Nunca había visto a la joven assamesa en semejante estado de alegría. Sus ojillos oblicuos chispeaban de júbilo. “Este pueblo de flagelados, de humillados, de hambrientos, de oprimidos es realmente indestructible”, pensó, maravillad. “Su gusto por la vida, su capacidad de esperanza, su voluntad de mantenerse erguido le harán triunfar sobre todas las maldiciones de su karma.”
-Max, gran hermano, ¿no sabes la gran noticia? –gritaba con toda la fuerza de sus pulmones el Ángel de la Ciudad de la Alegría-. ¡Hemos ganado! Ahora somos tan fuertes como los de tu país, como los rusos, como los chinos, como los ingleses… Podremos regar nuestros campos, conseguir varias cosechas de arroz al año, alumbrar nuestras aldeas y slums. Nadie volverá a pasar hambre. No habrá más pobres. ¡Nuestra gran Durga Indira Ghandi acaba de prometerlo! ¡Esta mañana hemos hechos estallar nuestra primera bomba atómica!..."
Dominique Lapierre
La ciudad de la Alegría
"...Era la fotografía del Santo Sudario de Turín que le dio su padre. La cara de Cristo impreso en su mortaja, aquel hombre de ojos cerrados y rostro tumefacto, con una ceja partida y la barba desordenada, aquel hombre crucificado encarnaba aquella noche para Paul Lambert todos los mártires de la ciudad de las chabolas a la que acababa de llegar. “Para mí, creyente consagrado, cada uno de ellos tenía aquel mismo rostro de Jesucristo clamando a la humanidad desde lo alto del Gólgota todo el dolor, pero también toda la esperanza del hombre despreciado. Para eso estaba yo allí, a causa de aquel “Tengo sed” que había gritado Cristo. A fin de decir el hambre y la sed de justicia de los hombres de aquí que ascendían todos los días a la Cruz, y que sabían mirar cara a cara esa muerte que nosotros, en Occidente, ya no sabíamos afrontar sin desesperación. En ningún otro rincón del mundo aquella imagen estaba más en su lugar que en aquel slum...”
Dominique Lapierre
Suscribirse a:
Entradas (Atom)