martes, 1 de mayo de 2007

La ciudad de la alegría

"...Unas semanas después de esta catástrofe, una mañana, la Ciudad de la Alegría y todos los barrios de Calcuta conocieron una efervescencia poco frecuente. Max Loeb se despertó con sobresalto entre explosiones de petardos y gritos, y salió precipitadamente de su cuarto. Vio que todos sus vecinos cantaban, se felicitaban, bailaban dando palmadas. Los niños se perseguían profiriendo jubilosos aullidos. Exultante de felicidad, la gente se ofrecía golosinas y vasos de té. Unos jóvenes lanzaban fuegos de Bengala. No había ninguna fiesta prevista para aquel día, y el norteamericano se preguntó la razón de aquel súbito desbordamiento de regocijo matinal. Entonces vio legar corriendo a Bandona, con una guirnalda de flores en las manos. Nunca había visto a la joven assamesa en semejante estado de alegría. Sus ojillos oblicuos chispeaban de júbilo. “Este pueblo de flagelados, de humillados, de hambrientos, de oprimidos es realmente indestructible”, pensó, maravillad. “Su gusto por la vida, su capacidad de esperanza, su voluntad de mantenerse erguido le harán triunfar sobre todas las maldiciones de su karma.”

-Max, gran hermano, ¿no sabes la gran noticia? –gritaba con toda la fuerza de sus pulmones el Ángel de la Ciudad de la Alegría-. ¡Hemos ganado! Ahora somos tan fuertes como los de tu país, como los rusos, como los chinos, como los ingleses… Podremos regar nuestros campos, conseguir varias cosechas de arroz al año, alumbrar nuestras aldeas y slums. Nadie volverá a pasar hambre. No habrá más pobres. ¡Nuestra gran Durga Indira Ghandi acaba de prometerlo! ¡Esta mañana hemos hechos estallar nuestra primera bomba atómica!..."

Dominique Lapierre

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