martes, 31 de julio de 2007
Igualdad
lunes, 30 de julio de 2007
Cirugía
-Levantá un momento la cabeza, la almohada es demasiado baja, te la voy a cambiar.
-Mejor sería que dejaras tranquila la almohada y me cambiaras la cabeza -dijo Oliveira-. La cirugía está en pañales, hay que admitirlo.
Espíritu
«Espíritu» viene de la palabra «respirar». Lo que respiramos es aire, que es realmente materia, por sutil que sea. A pesar del uso en sentido contrario, la palabra «espiritual» no implica necesariamente que hablemos de algo distinto de la materia (incluyendo la materia de la que está hecho el cerebro), o de algo ajeno al reino de la ciencia. En ocasiones usaré la palabra con toda libertad. La ciencia no sólo es compatible con la espiritualidad sino que es una fuente de espiritualidad profunda. Cuando reconocemos nuestro lugar en una inmensidad de años luz y en el paso de las eras, cuando captamos la complicación, belleza y sutileza de la vida, la elevación de este sentimiento, la sensación combinada de regocijo y humildad, es sin duda espiritual. Así son nuestras emociones en presencia del gran arte, la música o la literatura, o ante los actos de altruismo y valentía ejemplar como los de Mohandas Gandhi o Martin Luther King Jr. La idea de que la ciencia y la espiritualidad se excluyen mutuamente de algún modo presta un flaco servicio a ambas.
Transmutación
En modo alguno debemos considerarnos de un nivel de moral inferior; nosotros mismos, nosotros los espíritus libres, somos ya una transmutación de todos los valores, una verdadera declaración de guerra y una victoria sobre los viejos conceptos de lo verdadero y falso.
Ilumina
La ciencia está lejos de ser un instrumento de conocimiento perfecto. Simplemente, es el mejor que tenemos. En este sentido, como en muchos otros, es como la democracia. La ciencia por sí misma no puede apoyar determinadas acciones humanas, pero sin duda puede iluminar las posibles consecuencias de acciones alternativas.
Trasímaco
Hablo de la tiranía, que pone por obra el fraude y la violencia con propósito de apoderarse, no poco a poco y como por menudo, del bien ajeno, sin que, sin respetar lo sagrado ni lo profano, invade a la vez y de golpe las fortunas de los particulares y la del Estado. Los ladrones vulgares, cuando son sorprendidos in fraganti, son castigados con la última pena; se los abruma con los más odioso nombres. Según la índole del delito que hayan cometido, se les trata de sacrílegos, de raptores, de pícaros, de ladrones; pero un tirano que se ha hecho dueño y señor de los bienes y persona de sus conciudadanos, en lugar de recibir esos detestados nombres es considerado como hombre feliz, y precisamente por los otros que conocen su crimen. Porque si se censura la injusticia, no es por temor de cometerla, sino de sufrirla. Tan cierto es, Sócrates, que la injusticia, cuando es llevada hasta determinado extremo, es más fuerte, más libre, más poderosa que la justicia, y que ésta, como antes dije, se vuelve del lado del interés del más fuerte, y la injusticia se orienta hacia su propio interés y en su propio provecho.
Plutarco
La ocupación, pues, en las cosas pequeñas halla contra sí misma confirmación que la convenza de desidia en el trabajo que se emplea en los negocios fútiles; pues ningún joven de generosa índole, o por haber visto en Pisa la estatua de Júpiter ha deseado ser Fidias, o Policleto por haber visto en Argos la de Juno; ni Anacronte, Filemón, o Arquíloco por haber oído los versos de estos poetas; pues no es preciso que porque la obra deleite como sea agradable, sea digno de imitación el artífice. Por tanto, es visto que no son de provecho para los espectadores aquellas cosas que no engendran celo de imitación, ni tienen por retribución el incitar al deseo y conato de aspirar a la semejanza; mas la virtud es tal en sus obras, que con el admirarlas va unido al punto el deseo de imitar a los que las ejecutan; porque en las cosas de la fortuna lo que nos complace es la posesión y el disfrute; pero en las de la virtud la ejecución; y aquellas queremos más que nos vengan de los otros, y éstas, por el contrario, que las reciban los otros de nuestras manos; y es que lo honesto mueve prácticamente y produce al punto un conato práctico y moral, infundiendo un propósito saludable en el espectador, no precisamente por la imitación, sino por sola la relación de los hechos. De aquí nació en mí el propósito de ocuparme en este género de escritura…
jueves, 26 de julio de 2007
Payasos
miércoles, 25 de julio de 2007
La creación de la mujer
-¿Es que no conocéis lo que pensó el Altísimo, bendito sea su nombre, cuando se decidió, en mala hora, a crear a la mujer? Escuchad ingenuos… “¿De qué parte del hombre la sacaré? Se dijo el omnipotente. ¿De la cabeza? No, será demasiado orgullosa. ¿Del ojo? No, será demasiado curiosa. ¿De la oreja? Tampoco, reflexionó Yavé, bendito sea su nombre. Escuchará detrás de las puertas. ¿De la boca? Charlará. ¿De la mano? No, porque será pródiga. Por último, tomó una parte del cuerpo, muy oscura y muy oculta, con la esperanza de hacerla modesta…” Pero, ya veis, le salió mal.
Los discípulos protestaron con energía, saliendo en defensa de la Magdalena y del resto.
Y Mateo Leví, uno de los más instruidos, le respondió con otro apólogo, atribuido al rabí Gamaliel.
-Un emperador le dijo a un sabio: “Tu Dios es un ladrón: necesitó, para crear a la mujer, robarle una costilla a Adán, cuando estaba dormido.” Y como el sabio le costase responder, la hija de éste tomó la palabra y replicó:
“Traigo una queja. Unos ladrones se introdujeron en casa durante la noche y robaron un aguamanil de plata, dejando en su lugar un aguamanil de oro.”
Y el emperador contestó: “Así tuviera yo cada noche visitas semejantes!”
Pues bien –sentenció Mateo-, eso fue lo que hizo nuestro Dios. Le quitó al primer hombre una simple costilla, pero, a cambio, le dio una mujer.
Mi respuesta
martes, 24 de julio de 2007
SEPULTURA DE LA IMAGINACIÓN
Un albañil quería, piedra tras piedra, muro
tras muro, levantar una imagen al viento
desencadenador en el futuro.
Quería un edificio capaz de lo más leve.
No le faltaba aliento. ¡Cuánto aquel ser quería!
Piedras de pluma, muros de pájaros los mueve
una imaginación al mediodía.
Reía. Trabajaba. Cantaba. De sus brazos,
con un poder más alto que el ala de los truenos,
iban brotando muros lo mismo que aletazos.
Pero los aletazos duran menos.
Al fin era la piedra su agente. Y la montaña
tiene valor de vuelo si es totalmente activa.
Piedra por piedra es peso y hunde cuanto acompaña
aunque esto sea un mundo de ansia viva.
Un albañil quería ... Pero la piedra cobra
su torva densidad brutal en un momento.
Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra
fueron precipitados él y el viento.
Para la libertad, mis ojos y mis manos
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas
mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en
los algodones
como en las azucenas.
Porque donde unas cuencas vacías
amanezcan
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas
piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en
cada herida.
Porque soy como el árbol talado,
que retoño:
y aún tengo la vida.
Miguel Hernández
domingo, 22 de julio de 2007
Leyes
sábado, 21 de julio de 2007
Caballo de Troya 2
sábado, 14 de julio de 2007
Formosanta y el pájaro
-No lo veré nunca más, no volverá.
-Volverá, señora -le repuso el pájaro desde lo alto de su naranjo-, ¿acaso puede alguien veros y no regresar para contemplaros?
-¡Oh, cielos! ¡Poderes eternos! ¡Mi pájaro habla el más puro caldeo!
Tras decir estas palabras, abrió las cortinas, le tendió los brazos y se puso de rodillas sobre el lecho.
-¿Sois acaso un dios que ha descendido sobre la tierra? ¿Sois el gran Orosmade escondido bajo ese hermoso plumaje? Si sois un dios, devolvedme a ese joven.
-No soy más que un ave, pero nací en los tiempos en que todos los animales aún hablaban, cuando los pájaros, las serpientes, los asnos, los caballos y los grifos conversaban familiarmente con los hombres. No he querido hablar ante la gente por temor a que vuestras damas de honor me tomasen por un brujo. Sólo quiero descubrirme ante vos.
Formosanta, sobrecogida, extraviada, embriagada de tantas maravillas, agitada por la premura de formular cien preguntas a la vez, le preguntó primero qué edad tenía.
-Veintisiete mil novecientos años y seis meses, señora. Tengo la edad de esa pequeña revolución del cielo que vuestros magos llaman la precesión de los equinoccios y que se cumple alrededor de cada veintiocho mil años de los vuestros. Hay revoluciones infinitamente más largas; por lo tanto, nosotros tenemos seres muchos más ancianos que yo. Hace ya veintidós mil años que aprendí caldeo en uno de mis viajes. Siempre he conservado mucho aprecio por la lengua caldea, pero otros animales, compañeros míos, han renunciado a hablar en vuestras regiones.
-¿Y esto a qué se debe, divino pájaro?
-¡Ay!, a que los hombres tomaron finalmente la costumbre de comernos en vez de conversar e instruirse con nosotros. ¡Bárbaros! ¿No podían convencerse de que, poseyendo los mismos órganos que ellos, las mismas necesidades y deseos, teníamos lo que se llama "un alma" tanto como ellos, que éramos sus hermanos, y sólo era necesario cocinar y comerse a los malvados? Hasta tal punto somos vuestros hermanos, que el Gran Ser, el ser eterno y formador; al hacer un pacto con los hombres, nos incluyó expresamente en su tratado. Os prohibió alimetaros con nuestra sangre y, a nosotros, alimentarnos con la vuestra.
"Las fábulas de vuestro anciano Locman, traducidas a tantas lenguas, serán un testimonio que subsistirá eternamente al feliz comercio que habéis tenido otrora con nosotros. Todos comienzan con estas palabras: 'En las épocas en que los animales hablan'. Es cierto que hay muchas mujeres entre vosotros que siempre hablan a sus perros, pero éstos han decidido no responder desde que se los obligó a latigazos a participar en la caza y ser cómplices del asesinato de ciervos, gamos, liebres y perdices.
"Aún tenéis antiguos poemas en los cuales los caballos hablan y vuestros cocheros les dirigen la palabra todos los días, pero lo hacen tan groseramente y pronunciando palabras tan infames, que los caballos, que antaño os amaban tanto, os odian hoy en día.
"El país donde habita vuestro encantador desconocido, el más perfecto de los hombres, sigue siendo el único en el que vuestra especia sabe amar todavía a la nuestra y hablarle, y es la única región de la tierra cuyos hombres son justos".
-¿Y dónde se halla ese país de mi querido desconocido? ¿Cuál es el nombre de este héroe? ¿Cómo se llama su imperio?, porque tanto creeré que él es un pastor como que vos sois un murciélago.
-Su país, señora, es el de los gangáridas, pueblo virtuoso e invencible que habita en la orilla oriental del Ganges. El nombre de mi amigo es Amazán. No es rey y no sé si desearía rebajarse a serlo. Ama demasiado a sus compatriotas y es pastor como ellos. Pero no os imaginéis que esos pastores se asemejan a los vuestros, que, apenas cubiertos por harapos andrajosos, cuidan ovejas infinitamente mejor vestidas que ellos, gimen bajo el fardo de la pobreza y pagan a un explorador la mitad de los miserables salarios que reciben de sus amos.
"Los pastores gangáridas, nacidos todos iguales, son dueños de los innumerables rebaños que cubren sus prados eterneamente floridos. Jamás se los mata: es un crimen horrible, cercal del Ganges, matar y comer a un semejante. Su lana, más fina y brillante que la seda más hermosa, es el mayor comercio de Oriente. Por otra parte, la tierra de los gangáridas produce todo lo que pueda halagar los deseos de los hombres. Esos grandes diamantes que Amazán tuvo el honor de ofreceros son de una mina que le pertenece. Ese unicornio que le habéis visto partir es la montura ordinaria de los gangáridas. Es el más bello animal, el más fiero, el más terrible y el más suave que adorna la tierra.
"Hace alrededor de dos siglos, un rey de las Indias fue lo suficientemente loco para querer conquistar esta nación: se presentó seguido de diez mil elefantes y de un millón de guerreros. Los unicornios atravesaron los elefantes, como he visto que se ensartan en un pincho de oro las alondras que se sirven en vuestra mesa. Los guerreros caían sobre la arena, bajo el sable de los gangáridas, como las cosechas de arroz son cortadas por las manos de los pueblos de Oriente.
"Se tomó prisionero al rey con más de seiscientos mil hombres. Lo bañaron con las aguas saludables del Ganges y lo pusieron al régimen del país, que consisten en alimentarse sólo de vegetales prodigados por la naturaleza para nutrir a todo lo que respira. Los hombres alimentados con carne y abrevados con licores fuertes tienen la sangre agriada y adusta, que los vuelve locos de cien maneras diversas. Su principal demencia es la de verter sangre de sus hermanos y devastar las planicies fértiles para reinar sobre cementerios.
"Se emplearon seis meses enteros en curar al rey de las Indias de su enfermedad. Cuando los médicos juzgaron finalmente que tenía el pulso más tranquilo y el espíritu más sereno, dieron el certificado al Consejo de gangáridas, que, luego de haber pedido su opinión a los unicornios, reenvió humildemente al rey de las Indias a su tonta corte, y a sus imbéciles guerreros a su país. Esta lección los volvió juiciosos y, desde entonces, los hindúes respetan a los gangáridas, como los ignorantes que desean instruirse respetan entre vosotros a los filósofos caldeos, a quienes no pueden igualar".
-A propósito, mi querido pájaro -le dijo la princesa-, ¿existe una religión entre los gangáridas?
-¿Si existe una? Señora, nos reunimos para dar gracias a Dios los días de luna llena: los hombres en un gran tempo de cedro, las mujeres en otro, por temor a las distracciones; todos los pájaros en un bosquecillo y los cuadrúpedos en una bella pradera. Agradecemos a Dios por todos los bienes que nos ha otorgado. Tenemos, sobre todo, unos loros que predican maravillas. Tal es la patria de mi querido Amazán, donde yo vivo, y siento tanta amistad por él como vos amor. Si me creéis, partiremos juntos y vos iréis a visitarlo.
-Verdaderamente, pájaro mío, cumplís muy bien con vuestro oficio -repuso sonriendo la princesa, que ardía en deseos de emprender el viaje y no osaba decirlo.
-Sirvo los deseos de mi amigo -dijo el pájaro- y la mayor felicidad es servir a vuestros amores.
Formosanta ya ni sabía dónde se hallaba, se creía transportada fuera de la tierra. Todo lo que había visto durante aquel día, todo lo que veía, todo lo que oía y, especialmente, lo que sentía su corazón la sumían en un gran embelesamiento.
(Voltaire)
viernes, 13 de julio de 2007
El Eterno Retorno
El mito del eterno retorno viene a decir, per negationem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan. No es necesario que los tengamos en cuenta, igual que una guerra entre dos Estados africanos en el siglo catorce que no cambió en nada la faz de la tierra, aunque en ella murieran, en medio de indecibles padecimientos, trescientos mil negros.
¿Cambia en algo la guerra entre dos Estados africanos si se repite incontables veces en un eterno retorno?
Cambia: se convierte en un bloque que sobresale y perdura, y su estupidez será irreparable.
Si la Revolución francesa tuviera que repetirse eternamente, la historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre. Pero dado que habla de algo que ya no volverá a ocurrir, los años sangrientos se convierten en meras palabras, en teorías, en discusiones, se vuelven más ligeros que una pluma, no dan miedo. Hay una diferencia infinita entre el Robespierre que apareció sólo una vez en la historia y un Robespierre que volviera eternamente a cortarle la cabeza a los franceses.
Digamos, por tanto, que la idea del eterno retorno sifnifica cierta perspectiva desde la cual las cosas aprecen de un modo distinto a como las conocemos: aparecen sin la circuntancia atenuante de su fugacidad. Esta circunstancia atenuanate es la que nos impide pronunciar condena alguna. ¿Cómo es posible condenar algo fugaz? el crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia; todo, incluida la guillotina.
No hace mucho me sorprendí a mí mismo con una sensación increíble: estaba hojeando un libro sobre Hitler y al ver algunas de las fotografías me emocioné: me habían recordado el tiempo de mi infancia; la viví durante la guerra; algunos de mis parientes murieron en los campos de concentración de Hitler; ¿pero qué era su muerte en comparación con el hecho de que las fotografías de Hitler me habían recordado un tiempo pasado de mi vida, un tiempo que no volverá?
Esta reconciliación con Hitler demuestra la profunda perversión moral que va unida a un mundo basado esencialmente en la inexistencia del retorno, porque en ese mundo todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido.
(Milán Kundera)
miércoles, 11 de julio de 2007
Invierno
domingo, 8 de julio de 2007
Busco en la muerte la vida
salud en la enfermedad,
en la prisión libertad,
en lo cerrado salida
y en el traidor lealtad.
Pero mi suerte, de quien
jamás espero algún bien,
con el cielo ha estatuido,
que, pues lo imposible pido,
lo posible aún no me den.
Lo fatal
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror...
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
y no saber adónde vamos,