sábado, 7 de abril de 2007

Sindbad el varado, Gilberto Owen

(Bitácora de Febrero)

Día primero,

EL NAUFRAGIO

Esta mañana te sorprendo con el rostro tan desnudo que temblamos
sin más que un aire de haber sido y solo estar, ahora,
un aire que te cuelga de los ojos y los dientes,
correveidile colibrí, estático
dentro del halo de su movimiento.
Y no hablas. No hables,
que no tienes ya voz de adivinanza
y acaso te he perdido con saberte,
y acaso estás aquí, de pronto inmóvil
tierra que me acogió de noche náufrago
y que al alba descubro isla desierta y árida;
y me voy por su orilla, pensativo, y no encuentro
el litoral ni el nombre que te deseaba en la tormenta.

Esta mañana me consume en su rescoldo la conciencia de mis llagas;
sin ella no creería en la escalera inaccesible de la noche
ni en su hermoso guardian insobornable:
aquí me hirió su mano, aquí su sueño,
en Emel su sonrisa, en luz su poesía,
su desamor me agobia en tu mirada.
Y luché contra el mar toda la noche
desde Homero hasta Joseph Conrad,
para llegar a tu rostro despierto
y en su arena leer que nada espere,
que no espere misterio que no espere

Con la mañana derogaron las estrellas sus señales y sus leyes
y es inútil que el cartógrafo dibuje ríos secos en la palma de la mano...

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