miércoles, 25 de abril de 2007

ship them overseas

The kids arriving are juniors, sixteen years old, eleven years in school from kindergarten to today. So teachers come, teachers go, all kinds, old, young tough, kind. Kids watch, scrutinize, judge. They know body language, tone of voice, demeanor in general. It's not as if they sit around in toilets or cafeterias discussing these things. They just absorb it over eleven years, pass it on to coming generations. Watch our for Miss Boyd, they'll say. Homework, man, homework, and she corrects it. Corrects it. She ain't married so she's got nothing else to do. Always try to get married teachers with kids. They don't have time for sitting around with papers and books. If Miss Boyd got laid regular she wouldn't give so much homework. She sits there at home with her cat listening to classical music, correcting our homework, bothering us. Not like some teachers. They give you a pile of homework, check it off, never even look at it. You could copy a page of the Bible and they'd write at the top, "Very nice". Not Miss Boyd. She's on to you right off. Excuse me, Charlie. Did you write this yourself? And you have to admit, no, you didn't and now you're up shit creek, man.

It's a mistake to arrive early, gives you too much time to think of what you're facing. Where did I get the nerve to think I could handle American teenagers? Ignorance. That's where i got the nerve. It is the Eisenhower era and newspapers report the great unhappiness of American adolescents. These are the "Lost Children of the Lost Children of the Lost Children." Movies, musicals, books tell us of their unhappiness: Rebel Without a Cause, The Blackboard Jungle, West Side Story, The Catcher in the Rye . They make despairing speeches. Life is meaningless. All adults are phonies. What's the use of living at all? They have nothing to look forward to, not even a war of their own where they can kill natives in distant places and march up ticker-tape Broadway with medals and limps for the girls to admire. No use complaining to their fathers, who just fought a war, or their mothers, who waited while the fathers fought. Fathers say, Oh, shaddup. Don't bodder me. I got a pounda shrapnel up my ass an' I don't have time for you bitchin' an' moanin' wid your belly full an' your closet stuffed with clothes. F'Christ's sakes, when I was your age I was out woikin' in a junkyard before I went on the docks so I could send your sorry ass to school. Go squeeza your goddamn pimples an' lemme read my paper.

There's so much teen unhappiness they form gangs and fight other gangs, not rumbles like the ones you see in movies with star-crossed romances and dramatic music in the background, but mean fights where they grunt and curse one another, where Italians, Blacks, Irish, Puerto Ricans attack with knives, chains, baseball bats in Central Park and Prospect Park and stain the grass with their blood, which is always red no matter where it came from. Then if there's a killing there's a public outrage and accusations that if the schools and teachers were doing their jobs these terrible things wouldn't happen. There are patriots who say, If these kids have the time and energy to be fighting one another why can't we just ship them overseas to fight the goddam Communists and settle the problem for once and for all?

lunes, 16 de abril de 2007

Alfred Marshall

Todas las afirmaciones breves sobre economía son falsas (excepto, acaso, esta).

domingo, 15 de abril de 2007

Si los tiburones fueran hombres...

 

(Fragmento de Bertold Brecht)

 

-Si los tiburones fueran hombres –preguntó al señor K la hija pequeña de su patrona- ¿Se portarían mejor con los pececitos?

-Claro que sí- respondió el señor K.

 

Si los tiburones fueran hombres, harían construir en el mar cajas enormes para los pececitos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto plantas como materias animales.

Se preocuparían porque las cajas tuvieran siempre agua fresca y adoptarían todo tipo de medidas sanitarias.

Si por ejemplo, un pececito se lastimase una aleta, en seguida se la vendarían de modo que el pececito no se les muriera prematuramente a los tiburones.

Para que los pececitos no se pusieran tristes habría de vez en cuando, grandes fiestas acuáticas, pues los pececitos alegres tienen mejor sabor que los tristes.

También habría escuelas en el interior de las cajas. En esas escuelas se enseñaría a los pececitos a entrar en las fauces de los tiburones. Estos necesitarían tener nociones de geografía para mejor localizar a loso grandes tiburones, que andan por ahí holgazaneando.

Lo principal sería, naturalmente, la formación moral de los pececitos. Se les enseñaría que no hay nada más hermoso para un pececito que sacrificarse con alegría; también se les enseñaría a tener fe en los tiburones, y a creerles cuando les dijesen que ellos ya se ocupan de forjarles un hermoso porvenir. S e les daría a entender que ese porvenir que se les augura sólo estaría asegurado si aprendían a obedecer. Los pececillos deberían de guardarse de las bajas pasiones, así como de cualquier inclinación materialista, egoísta o marxista. Si algún pececillo mostrara semejantes tendencias, sus compañeros deberían comunicarlo inmediatamente a los tiburones.

Si los tiburones fueran hombres, se harían naturalmente la guerra entre sí para conquistar cajas y pececillos ajenos. Además, cada tiburón obligaría a sus propios pececillos a combatir en esas guerras. Cada tiburón enseñaría a sus pececillos que entre ellos y los pececillos de otros tiburones existe una enorme diferencia.

Si bien todos lo pececillos son mudos, proclamarían, lo cierto es que callan en idiomas muy distintos y por eso jamás logran entenderse.

A cada pececillo que matase en una guerra a un par de pececillos enemigos, de esos que callan en otro idioma, se les concedería una medalla de varec y se le otorgaría además el título de héroe.

Si los tiburones fueran hombres tendrían también su arte. Habría hermosos cuadros en los que se representarían los dientes de los tiburones en colores maravillosos, y sus fauces como puros jardines de recreo en los que da gusto retozar. Los teatros del fondo del mar mostrarían a heroicos pececillos entrando entusiasmados en las fauces de los tiburones y la música sería tan bella que, a sus sones, los pececillos se precipitarían en tropel, precedidos por la banda dentro de esas fauces.

Habría así mismo una religión, si los tiburones fueran hombres. Esa religión enseñaría que la verdadera vida comienza para los pececillos en el estómago de los tiburones.

Además, si los tiburones fueran hombres, los pececillos dejarían de ser todos iguales como lo son ahora. Algunos ocuparían ciertos cargos, lo que los colocaría por encima de los demás.

A aquellos pececillos que fueran un poco más grandes se le permitiría incluso tragarse a los más pequeños. Los tiburones verán esta práctica con agrado, pues les proporcionaría mayores bocados. Los pececillos más gordos, que serían los que ocupasen ciertos puestos, se encargarían de mantener el orden entre los demás pececillos, y se harían maestros u oficiales, ingenieros especializados en construcción de cajas, etc. En una palabra:

Habría por fin en el mar una cultura, si los tiburones fueran hombres.
 

El alma no es el cuerpo

Nos enseñaron desde niños

cómo se forma un cuerpo

sus órganos sus huesos

sus funciones sus sitios

pero nunca supimos

de qué estaba hecha el alma

 

¿será de sentimientos /

de ensueños / de esperanzas?

¿de emociones / de tirrias /

de estupores?

 

¿o será la asesora

principal de la mente?

¿o viceversa?

entre ellas no hay disputa

 

¿o será capataza

de la pobre conciencia?

¿o viceversa?

entre ellas no hay acuerdo

 

el alma tiene hambres

y cuando está famélica

puede herir

puede armarse

de enconos de furias

no hay que pensar que el alma

es un tul de inocencia

ajeno a los agravios

que sufren cuerpo y alma

 

en el alma se forman

abscesos de rencores

tumores de impaciencia

hernias de desamparo

 

el problema es que no hay

cirujanos de alma

ni siquiera herbolarios

el alma es un secreto / una noción

una nube que suele anunciar llanto

pero después de tantas búsquedas

de pesquisas inútiles

y de adivinaciones

nos queda apenas una certidumbre /

que el alma no es el cuerpo

pero muere con él

viernes, 13 de abril de 2007

Calamity

Por favor, se lo ruego, no me ofenda usted preguntando si esta historia ocurrió. Yo se la estoy ofreciendo para que usted haga que ocurra. No le pido que describa la lluvia de aquella noche de la visitación del arcángel: le exijo que me moje. Decídase, señor escritor, y por una vez al menos sea usted la flor que huele en vez de ser el cronista del aroma. Poca gracia tiene escribir lo que se vive. El desafío está en vivir lo que se escribe; y a sus años ya va siendo hora de que usted se entere.

domingo, 8 de abril de 2007

es muss sein

A diferencia de Parménides, para Beethoven el peso era evidentemente algo positivo. "Der Schwe geffaste Entschluss", una decisión de peso, va unida a la voz del Destino ("es muss sein"); el peso, la necesidad y el valor son tres conceptos internamente unidos: sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale.

Esta convicción nació de la música de Beethoven y, aunque es posible (y puede que hasta probable) que sus autores hayan sido más bien los comentaristas de Beethoven y no el propio compositor, hoy la compartimos casi todos: la grandeza del hombre consiste en que carga con su destino como Atlas cargaba con la esfera celeste a sus espaldas. El héroe de Beethoven es un levantador de pesos metafísicos.

Destino Incierto

Durante mucho tiempo, he buscado personas que fueran moderadamente o tremendamente felices consigo mismas, que lucharan por todo aquello, que según ellas, mereciera la pena el esfuerzo, que apreciaran la sonrisa como algo muy profundo y serio, que sintieran el silencio como el diálogo más rico en algunos momentos, que buscaran enriquecer sus vidas con la presencia de otro al que no tuvieran interés en cambiar o limitar, que fueran capaces de alegrarse de mis humildes triunfos y de apoyarme en mis más o menos profundos y aparentes fracasos, que no se mostraran demasiado indiferentes ni protectores, que trataran de dejar al otro por lo menos tan rico como era antes de encontrarlo, que sin pretender dar lecciones de sabiduría, ayudaran a aprender y descubrir lo más importante de la vida, y que, llegado el momento de no estar codo a codo, fueran capaces de llevar esta distancia sin estridencias, tan sólo reconociendo que se había disfrutado en la experiencia conjunta y haber terminado con energías suficientes y deseos de provocar otro interminable o fugaz pero compartido momento.

Sigo buscando, pero al haberte conocido, sé que ya me queda una persona menos por encontrar...
Para todo aquel que encuentre en mi camino y me acompañe en este destino incierto.

sábado, 7 de abril de 2007

Anna

Llevaba un bolso con las iniciales A.V. y era tan menuda que parecía poder esconderse tras una varilla si se ponía de perfil. Caminaba con paso lento. De pelo largo, negro, cubría su cara como lo hace un payaso, con la magia del maquillaje y una sonrisa falsa. Encorvados los hombros, usaba siempre una estola atada al cuello, camisa color negro y unos "skinny jeans" azules, tan de moda. Toneladas de pulseras cubrían sus muñecasy como una rama de árbol que se ensancha, sus delgadas y pálidas manos dejaban ver las venas de tan pegada la piel al hueso. Pasaba todos los días por el café de la esquina, compraba un paquete de cigarros y una bebida. Me gustaba mirarla, verla oler la tasa como si tratara de robarle la vida, sorber el líquido caliente, fumar con la vista absorta hacia la nada, como quien se deleita por única vez en el día, como quien no tiene nada que perder, como quien tiene tiempo de sobra...

Hace días que ya no la veo...

Sindbad el varado, Gilberto Owen

(Bitácora de Febrero)

Día primero,

EL NAUFRAGIO

Esta mañana te sorprendo con el rostro tan desnudo que temblamos
sin más que un aire de haber sido y solo estar, ahora,
un aire que te cuelga de los ojos y los dientes,
correveidile colibrí, estático
dentro del halo de su movimiento.
Y no hablas. No hables,
que no tienes ya voz de adivinanza
y acaso te he perdido con saberte,
y acaso estás aquí, de pronto inmóvil
tierra que me acogió de noche náufrago
y que al alba descubro isla desierta y árida;
y me voy por su orilla, pensativo, y no encuentro
el litoral ni el nombre que te deseaba en la tormenta.

Esta mañana me consume en su rescoldo la conciencia de mis llagas;
sin ella no creería en la escalera inaccesible de la noche
ni en su hermoso guardian insobornable:
aquí me hirió su mano, aquí su sueño,
en Emel su sonrisa, en luz su poesía,
su desamor me agobia en tu mirada.
Y luché contra el mar toda la noche
desde Homero hasta Joseph Conrad,
para llegar a tu rostro despierto
y en su arena leer que nada espere,
que no espere misterio que no espere

Con la mañana derogaron las estrellas sus señales y sus leyes
y es inútil que el cartógrafo dibuje ríos secos en la palma de la mano...

martes, 3 de abril de 2007

Historia de la sombra

El primer sabor que recuerda fue la zanahoria. El primer olor, un limón cortado por la mitad. Recuerda que lloró cuando descubrió la disancia. Y recuerda que una mañana ocurrió el descubrimiento de la sombra.

Aquella mañana, él vio lo que hasta entonces había mirado sin ver: pegada a sus pies, yacía la sombra, más larga que su cuerpo. Caminó, corrió. A donde él iba, fuera donde fuera, la perseguidora sombra iba con él.

Quiso sacársela de enciama. Quiso pisarla, patearla, golpearla: pero la sombra, más rápida que sus piernas y sus brazos, lo esquivaba siempre. Quiso saltar sobre ella; pero ella se adelantó. Volviéndose bruscamente, se la sacó de adelante; pero ella reapareció por detrás. Se pegó contra el tronco de un árbol, se acurrucó contra la pared, se metió detrás de la puerta. Donde él se perdía, la sombra lo encontraba.

Por fin, consiguió desprenderse. Pegó un brinco, se echó en la hamaca y se separó de la sombra. Ella se quedó debajo de la red, esperándolo.

Después supo que las nubes, la noche y el mediodía suprimen a la sombra. Y supo que la sombra siempre vuelve, traída por el sol, como un anillo en busca del dedo o un abrigo viajando hacia el cuerpo.

Y se acostumbró.

Cuando él creció, con él creció su sombra. Y él tuvo miedo de quedarse sin ella.

Y pasó el tiempo. Y ahora, cuando se está achicando, al cabo de los días de su vida, tiene pena de morirse y dejarla sin él.

Celebración a la Fantasía

Fue en la entrada de un pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había desprendido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando delejos las ruinas de piedra,cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero decidí dibujarle un cerdito en la mano.

Spubitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitos cuarteadas de mugre y frio, pieles de cuero quemado: había quien quería un condor y quien una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas, y no faltaban los que pedían un fantasma o un dragón.

Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito qye no alanzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:
Me lo mando m tío que vive en Lima- dijo.

¿Y anda bien?-
le pregunte

Atrasa un poco
- reconoció

lunes, 2 de abril de 2007

Tercera Vía

Y había otros factores que influían también. Los niños, por mágicos que sean, no son inmunes a sus padres; y a medida que los prejuicios y concepciones del mundo de los adultos comenzaron a ocupar sus mentes, me encontré con niños de Maharashtra que odiaban a los gujuratis, y los norteños de piel clara insultaban a los "negritos" drávidas; había rivalidades religiosas; y las clases entraron en nuestras reuniones. Los niños ricos torcían el gesto al encontrarse en una compañia tan humilde; los brahmines comenzaron a sentirse incómodos al permitir que sus pensamientos siquiera tocasen los pensamientos de los intocables; mientras que, entre los de nacimiento humilde, la presión de la pobreza y del comunismo se hacía evidente... y, para colmo, había conflictos de personalidad, y los cientos de peleas ruidosas que son inevitables en un parlamento totalmente compuesto de mocosos adolescentes.

De esa forma, la Conferencia de los Hijos de la Medianoche cumplió la profecía del Primer Ministro, convirtiéndose, realmente, en un espejo de la nación; el modo pasivo-literal actuaba, aunque yo tronaba contra él con desesperación creciento y, por último, con resignación creciente... -¡Hermanos, hermanas! -transmitía yo, con una voz mental tan incontrolabe como su réplica física-. ¡No dejéis que esto ocurra! ¡No permitáis que la eterna dualidad entre masas-y-clases, capital-y-trabajo, ellos-y-nosotros se interponga entre nosotros! Nosotros -grité apasionadamente- debemos ser una tercera vía, debemos ser la fuerza que se abra paso entre los cuernos del dilema; ¡porque sólo siendo distintos, siendo nuevos, podremoos cumplir la promesa de nuestro nacimiento. -Yo tenía seguidores, y ninguno más que la-bruja-Parvati; pero notaba que se apartaban de mí, distraído cada uno por su propia vida... lo mismo que yo, que para decir la verdad, era distraído por la mía. Era como si nuestro espléndido congreso resultase ser nada más que otro de los juguetes de la infancia, como si los pantalones largos estuvieran destruyendo lo que la medianoche creó-... Tenemos que decidir nuestro programa -rogué-, nuestro propio Plan Quinquenal, ¿por qué no? -Pero pude escuchar, por detrás de mi llamada ansiosa, la risa divertida de mi mayor rival; y allí estaba Shiva, en todas nuestras cabezas, diciendo desdeñosamente-: No, niño rico; no hay tercera vía; sólo hay dinero-y-pobreza, tener-y-no-tener, y derecha-e-izquierda; ¡sólo yo contra el mundo! El mundo no es ideas, Mocoso, es cosas. Las cosas y quienes las hacen gobiernan el mundo; fíjate en Birla y en Tata, y en todos los poderosos: ellos hacen cosas. En nombre de cosas se dirige el país. No en nombre de personas. En nombre de cosas, América y Rusia envían su ayuda; pero quinientos millones siguen estando hambrientos. Cuando se tienen cosas, hay tiempo para soñar; cuando no se tienen, hay que pelear. -Los hijos escuchaban fascinados mientras nosotros nos peleábamos... o quizá no, quizá ni siquiera nuestro diálogo podía retener su interés. Y ahora yo-: Pero las personas no son cosas; si nos agrupamos, si nos queremos, si demostramos que esto, sólo esto, este reunirse, esta Conferencia, este mantenerse-unidos-los-niños-pase-lo-que-pase puede ser la tercera vía... -Pero Shiva, resoplando-: Muchachito rico, todo eso es sólo palabrería. Toda esa importancia-del-individuo. Toda esa posibilidad-de-humanidad. Hoy, las peronas son sólo una especie de cosas. -Y Saleem, desmoronándose-: Pero... la voluntad libre... la esperanza... el alma elevada, que otros llaman mahatma, de la humanidad... y qué pasa con la poesía, y el arte, y... -Y entonces Shiva logró su victoria-: ¿Lo ves? Sabía que te convertirías en eso. Blando, como el arroz recocido. Sentimental como una abuela. Vete, ¿quién quiere oír esas sandeces? Todos tenemos que vivir nuestra vida. Por todos los diablos, nariz de pepino, estoy harto de tu Conferencia. No tiene nada que ver con nada.

Os preguntaréis: ¿y ésos son niños de diez años? Yo os contestaré: Sí, pero. Diréis: ¿discutían los chicos de diez años, o incluso los de casi-once, sobre el papel del individuo en la sociedad? ¿Y sobre la rivalidad entre capital y trabajo? ¿Se hacían explícitas las tensiones internas de las zonas agrarias y las industrializadas? ¿Y los conflictos de las herencias socioculturales? ¿Discutían los niños sobre la identidad, y los conflictos intrínsecos del capitalismo? ¿Contando con menos de cien mil horas de vida, comparaban a Gandhi con Marxlenin, el poder con la impotencia? ¿Se oponía la colectividad a la singularidad? ¿Mataban a Dios esos niños? Aun admitiendo la certeza de los supuestos milagros, ¿podemos creer ahora que los golfillos hablasen como viejos barbudos?

Os lo aseguro: quizá no con esas palabras; quizá sin nunguna clase de palabras, pero en el lenguaje más puro del pensamiento; pero sí, indudablemente, eso es lo que había en el fondo de todo; porque los niños son los recipientes donde los adultos vierten su veneno, y era el venendo de los adultos el que hablaba por nosotros. El veneno y, tras un vacío de muchos años, una Viuda con un cuchillo.

En pocas palabras: después de mi regreso a Buckingham Villa, hasta la sal de los hijos de la medianoche perdió su sabor; había noches en que ni siquiera me molestaba en conectar mi red nacional; y el demonio que acechaba en mi interior (con dos cabezas) podía dedicarse libremente a sus maldades. (...)

Si hay una tercer vía, se llama infancia. Pero muere; o, mejor dicho, la asesinan.