Alicia cogió el abanico y los guantes, y, como hacía mucho calor en la sala, se puso a abanicarse mientras decía: ¡Dios mío, Dios mío!¡Qué raro es todo hoy, mientras que ayer todo era tan normal! Me pregunto si habré cambiado algo durante la noche. A ver: ¿estaba igual cuando me levanté esta mañana? Casi creo recordar que me sentí un poco diferente. Pero, si no soy la misma, la siguiente pregunta es: ¿Quién soy yo? ¡Ah, ése es el gran enigma!
Lewis Carroll
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