martes, 27 de febrero de 2007

El otro lenguaje

Tres días después de nacer, mientras descansaba en mi cuna forrada en seda, contemplando atónito el nuevo mundo que me rodeaba, mi madre le preguntó a la nodriza: "¿Cómo está mi hijo?".

Y la nodriza respondió: "Bien, señora, lo alimenté tres veces, y nunca antes había visto a un recién nacido tan alegre".


Y yo, indignado, lloraba: "No es verdad, madre; mi cama es dura y la leche amarga mi boca, el olor fétido del pecho repugna a mi nariz y soy sumamente desdichado".

Mas, ni mi madre ni la nodriza comprendieron mi lenguaje porque era del mundo del que yo provenía.

Al cumplir veintiún días de vida, fui bautizado, y el sacerdote dijo a mi madre: "Debe sentirse muy feliz, señora, de que su hijo haya nacido cristiano".

Sorprendido, dije al sacerdote: "Entonces tu madre en el Cielo debe sentirse infeliz porque tú tampoco naciste cristiano".

Pero el sacerdote no comprendió mi lenguaje.

Y después de siete lunas, un adivino, mirándome, dijo a mi madre: "Tu hijo será un estadista y un gran líder que atraerá a multitudes".

Más yo grité: "Falsa es la profecía, yo seré músico y ninguna otra cosa, excepto músico".

Pero aún a esa edad, mi lenguaje no se entendió... y grande fue mi sorpresa.

Y después de treinta y tres años, en el transcurso de los cuales mi madre, la nodriza y el sacerdote murieron (la sombra de Dios cubra sus espíritus) el adivino aún vivía. Ayer lo encontré junto a la entrada del templo y mientras conversábamos, dijo: "Siempre he sabido que te convertirías en un gran músico. Ya desde tu infancia lo profetizé".

Y yo le creí, pues ahora yo también he olvidado el lenguaje de aquel otro mundo.

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