Sigo esperando...

Cuando se tiene la fuerza de mirar las cosas incesantemente, sin parpadear, por así decirlo, se ven muy bien; pero si se relajan, si se cierran una vez los párpados, todo se pierde al instante de la oscuridad.
Corfú está tranquila y mira a sus pies agitarse el mar. Los pequeños pueblos hacen su vida de pequeños pueblos. Los pastores comen el pan de maíz con aceitunas negras con redondos sombreros de paja, trabajan en los lagares de aceite. Algunos remueven la tierra alrededor de los olivos. Los perros duermen al sol. Las mujeres llevan sobre sus cabezas ánforas o cestos. Es una vida hermosa y llena de profundidades. La cultura está en todas partes y la cultura respira.
Ahogar la cultura, eso es lo que llamamos civilización. Ésta predomina en Occidente. Es una desviación de los objetivos naturales de la existencia. La civilización son los tranvías, la cultura los bellos bosques libres. La civilización es la erudición, la cultura son las ideas. La civilización reclama para sí a cada ser humano y nos pone dentro de una jaula. La cultura, cada hombre la lleva en sí en cada aliento, y en ello reside la gran unidad. Donde la cultura y la civilización se entrechocan, estalla la muda queja de la vida.
Feliz pueblo de Corfú... ¿Cuánto tiempo todavía resistirá esa armonía? La civilización vendrá y no será para los más miserables. Les robará su cultura y no les dará a cambio más que lo inaccesible...
No es únicamente la necesidad de que otros crean en uno, sino la de creer en otro. Ahí lo tienen: el amor.
"Cuando estaba yo en mi causa primera, no tenía a Dios...; me quería a mi mismo y no quería nada más; era lo que quería, y quería lo que era, y estaba libre de Dios y de todas la cosas... Por eso suplicamos a Dios que nos libre de Dios, y que concibamos la verdad y gocemos eternamente de ella, allí donde los ángeles supremos, la mosca y el alma son semejantes, allí donde yo estaba y donde quería eso que era y era eso que quería..."