sábado, 5 de enero de 2008

instante

“…Don Juan Evangelista Pacheco besó la mano, por única vez en sus años, a la niña Pipía Sánchez. En un reloj sonaron, casi como doce lamentos, las doce de la mañana. Si hay alguien en el mundo que sepa por qué los relojes, cuando menos se piensa, les tiembla la voz, que lo diga…”

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