sábado, 6 de octubre de 2007
La isla que somos
Como ni la historia de su cultura, ni su educación como sistema de propósitos le ofrece una valiosa imagen de sí mismo como hombre o como nación, carece de impulsos y de metas; de ambiciones a las cuales aplicar su voluntad. Todo lo contrario, no le importa tener poco, hacer a medias lo que se propuso, con tal de ahorrar esfuerzos. Bien está la abundancia, la riqueza, si la buena suerte ayuda, nunca con el sacrificio de los buenos ratos de ocio, nunca corriendo sin aliento en busca de las cosas. El europeo que vemos amasando una fortuna habiendo llegado al país "en alpargatas", "con una mano delante y otra atrás", —según la realista expresión de nuestro pueblo— no mueve a envidia a nadie, ni a emulación. ¿Crear riqueza, levantar con enormes esfuerzos una empresa productiva, sacrificando horas de sueño, de ocio, de diversión, de charla, de comida? Sólo pensar que nuestro empeño ha de servir mejor a nuestros descendientes que a nosotros mismos, nos desalienta, nos quita el ánimo. Buscamos el éxito rápido, seguro, pero sin esfuerzo, aunque nuestro provecho sea limitado: tenemos sicología de pulperos, se ha dicho.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario