~ d.p.m.
martes, 25 de julio de 2017
lunes, 22 de mayo de 2017
jueves, 4 de mayo de 2017
Small
The better you become at creating ways to fail repeatedly in small ways, the more likely you are to achieve big success. In other words, think big, but act small.
..
These are two traits of successful innovators: They execute on lots of small experiments, and they hold a patient, long-term approach to product and business success. It is rare, though not impossible, that innovation and short-term profits go together.
..
These are two traits of successful innovators: They execute on lots of small experiments, and they hold a patient, long-term approach to product and business success. It is rare, though not impossible, that innovation and short-term profits go together.
~ j. rossman
viernes, 14 de abril de 2017
Nobleza
Los exiliados somos como los lobos, adonde vamos no unimos a jaurías que no son las nuestras, pero participamos, cazamos juntos, y sin embargo la luna nos invita a alejarnos para aullar de soledad.
Hacemos amigos, creamos universos emocionales para adornar la memoria inmediata a la hora ineludible de contarnos la jornada. Así, le dije al viejo, una vez, cuendo empezó mi exilio, subí a un taxi en el aeropuerto de Buenos Aires, pregunté al taxista cuánto costaba la carrera hasta el centro y el hombre me pidió que fuera más preciso. Hasta el Obelisco, le dije, y contestó que costaba unos veinte dólares. Yo no tenía más que diez, un billete mugroso y arrugado era toda mi fortuna. Aceptó llevarme por ese precio, y cuando estábamos junto a la imponente vertical del Obelisco, le entregué el dinero. El taxista echó mano a una caja de habanos, tomó un puñado de billetes y me los pasó al tiempo que decía: «Cuídate, hermano». Ese taxista es mi amigo, no sé su nombre y es mi hermano. Adonde quiera que vaya cito su nobleza.
Hacemos amigos, creamos universos emocionales para adornar la memoria inmediata a la hora ineludible de contarnos la jornada. Así, le dije al viejo, una vez, cuendo empezó mi exilio, subí a un taxi en el aeropuerto de Buenos Aires, pregunté al taxista cuánto costaba la carrera hasta el centro y el hombre me pidió que fuera más preciso. Hasta el Obelisco, le dije, y contestó que costaba unos veinte dólares. Yo no tenía más que diez, un billete mugroso y arrugado era toda mi fortuna. Aceptó llevarme por ese precio, y cuando estábamos junto a la imponente vertical del Obelisco, le entregué el dinero. El taxista echó mano a una caja de habanos, tomó un puñado de billetes y me los pasó al tiempo que decía: «Cuídate, hermano». Ese taxista es mi amigo, no sé su nombre y es mi hermano. Adonde quiera que vaya cito su nobleza.
~ l. sepúlveda
Suscribirse a:
Entradas (Atom)